El tigre Verde y Rosa

De pequeña, me asustaba la clase de dibujo. No sabía pintar, apenas garabatear. A pesar de que mamá enmarcaba, muy orgullosa, todas mis acuarelas diciendo que tenían un “sobrecogedor sentido de los colores”, frase que no conseguí entender hasta pasados los veinte años, ya que hay que reconocer que mis trazos eran bastante torpes. Envidiaba a la mayoría de mis compañeros, que conseguían, con mejor o peor suerte, plasmar en grandes cartulinas aviones, muñecos y animales que don Ricardo nos mandaba hacer. Yo era incapaz de calcular formas y volúmenes. Mis personajes eran casi siempre grotescos y desproporcionados. Un día, calqué un dibujo, un precioso tigre. Le puse los colores que me parecieron y se lo presenté, muy inocentemente. Tuvo a bien citarme como ejemplo ante toda la clase, como ejemplo de lo que no hay que hacer jamás. Fue la primera vez que escuché la palabra “plagio”, y se me quedó grabada para siempre. Me sentí muy herida, porque estaba tremendamente satisfecha de lo que mi madre calificaba como “sobrecogedor sentido de los colores” en mi tigre verde y rosa. Desde entonces, a pesar de no entender el arte abstracto, entiendo a quienes se refugian en él.

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Fecha de Publicación: 20/12/2016 Tipo: relato corto Publicado en: ‘Personas Verbales’ Editorial: ACEN

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